Una mirada desde una minoría dentro de otra
Las minorías nunca hemos sido los menos, pasaba que estábamos desperdigados no más. En Chile, de hecho, una podría argumentar que hemos, somos y seguramente seguiremos siendo por mucho tiempo más la mayoría; todos quienes que no somos ni hombres, ni blanques, ni heterosexuales, quedando así excluides de alguno o de varios de los privilegios generados por y en una cultura poscolonial y neoliberal como la nuestra. Creo que eso siempre lo hemos sabido, pero que nos costaba entender y valorar en su real dimensión el poder potencial que se hallaba latente en dicha comprensión y, más aún, actuar sobre eso dejando de lado nuestros intereses, rencores y arrogancias partidistas. Lo bueno, es que finalmente después de muchos años, después de muchas pérdidas y después de muchas frustraciones, logramos comprenderlo a cabalidad y con ello trabajar para conseguir esa unión en función de un bien mayor. Creo que fue precisamente ese paso, esa comprensión/acción, lograda entre complicidades y memes, lo que se halla detrás el triunfo de Boric y de la gran alegría, ilusión y esperanza que desata.
Desde mi punto de vista de mujer mestiza, parada desde una mirada feminista decolonial, resultaba fácil visualizar el poder transformador que se hallaba en latencia esperando por la convergencia de luchas que han sido generadas por la multiplicidad de opresiones presentes en nuestro país, mal que mal para eso estamos entrenadas, primero, para ver nuestras diferencias y, segundo, para buscar coaliciones o como decimos nosotres, para tejerlas.
Nosotres, que estamos parades en el marco epistémico y de luchas del feminismo decolonial insistimos, por ejemplo, en que la “sororidad” no existe y que insistir en ella podría ser contraproducente si no va de la mano del reconocimiento previo de las diferencias. No somos todas hermanas, también existen las asimetrías de poder y opresión entre nosotres; entre la de la dueña de casa y la nana sin ir más lejos, la primera normalmente blanca y la segunda normalmente india o migrante; entre la rica y la pobre; entre la profesional y pobladora; entre la mujer heterosexual y la que es parte de las disidencias sexuales, por nombrar solo algunas. Así, tan importante como reconocer, entender y respetar las diferencias -no así las asimetrías-, lo es reconocer, entender y capitalizar nuestras similitudes, usual y lamentablemente encontradas en el marco de una opresión mayor. Así pensamos, por ejemplo, que las mujeres no somos todas iguales, sabemos que algunas oprimen a otras y que, sin embargo, igual en tanto mujeres somos marginalizadas, discriminadas y abusadas por una cultura patriarcal. Es decir, sabemos que sí hay similitudes, que sí hay una convergencia en el marco de la opresión patriarcal y con ello en la responsabilidad que nos toca.
Con respecto a lo anterior las mujeres hemos dado el ejemplo, nosotras a pesar de nuestras diferencias logramos unirnos y tejer alianzas antes que las demás minorías en función de una lucha común, logrando así avances que si bien por el momento han sido pequeños en lo visible/medible, han sido al mismo tiempo enormes en lo invisible/inmedible, es decir, a nivel cultural y de imaginarios. Lo bueno es que, aunque tarde, igual lo logramos a nivel país. Demócratacristianos, radicales, socialistas y del PPD lograron por fin dejar de lado sus agendas partidistas en función de un bien mayor, muches fueron capaces de dejar incluso sus votos antisistémicos para ir a votar por Boric o en contra del fascismo como lo han puesto.
Por otro lado, al pensar el triunfo de Boric desde lo procesual, veo que el hecho de que la decisión final fuera entre él y Kast fue lo mejor que nos pudo pasar, creo que eso fue el gran empujón que necesitábamos para poder por fin tejer nuestras alianzas, es decir, para dar ese paso tan esperado que nos permitiera unirnos en función de nuestras similitudes en el marco de una opresión mayor, como lo hemos ya hecho las mujeres. Dicho de otro modo, creo que las dinámicas sociales de las últimas décadas, en conjunción con la contingencia de que las elecciones se dieran entre ellos dos, pueden ser vistas como dos variables dependientes o como dos dimensiones que tenían que ensamblarse entre sí para que pasara lo que pasó en estas elecciones.
Veo que la figura de Kast y lo que encarna nos obligó a unirnos, no nos dejó otra opción, pero al mismo tiempo y a diferencia de muches compañeres de izquierda, creo Boric en sí también fue lo mejor que nos pudo pasar, y no sólo porque no es comunista, lo digo por el miedo y resistencias que el serlo aún genera en nuestro país, sino también porque él podría ser entendido como una minoría en sí, en tanto joven. Si bien en la escala de las asimetrías ser joven en Chile palidece al lado de ser, por ejemplo, una persona transgénero, es también una población sujeta a discriminaciones, sin ir más lejos, basta con recordar la cantidad de veces que se usó su edad como descalificación. Independientemente de si Boric puede ser o no pensado como minoría, lo relevante es la capacidad que ha tenido para convocarnos, para vernos representades en él, en tanto joven, de provincia, con TOC, con tatuajes, chascón y manifestante, a pesar de ser un hombre blanco de clase acomodada. Cuestión que desde una mirada feminista decolonial e interseccional, lo convierte en nuestro aliado.
Nosotres las feministas decoloniales solemos partir nuestras enunciaciones desde un posicionamiento sociodemográfico por decirlo de algún modo, solemos partir diciendo quiénes somos, de dónde venimos y desde dónde pensamos, para nosotres es importante situarse porque sabemos qué es eso lo que nos constituye y constituye nuestra episteme y nuestras luchas. Desde ahí, creo que Boric, precisamente porque es joven, porque es de provincia, TOC, puede entender/comprender/comprehender mejor la problemática de la discriminación, aquella que cala hondo y que puede ser dada tanto por condiciones endógenas como la edad, la raza, el género, etc. o por cuestiones circunstanciales como el lugar geográfico de nacimiento o la procedencia de clase. Imagino que a raíz de sus condiciones, ha experimentado seguramente algún tipo de discriminación, y puede entender y representar de mejor manera lo que es ser nosotres, los poques/muches, la pequeña gran minoría.
Desde mi mirada de mujer mestiza, de feminista decolonial y de izquierda, más precisamente desde una mirada humanista/siloísta, el triunfo de Boric, si bien pudiera parecer un salto cuántico en el marco de las dinámicas electorales de los últimos años, es en cambio el resultado de un proceso lento, de años y años de intentos fallidos, de frustraciones, y de aguante, que finalmente encontraron un catalizador, una figura convocante en la persona de él que nos llena de alegría y de esperanzas.
Ahora, hablando desde mi episteme y desde mis luchas, espero que seamos capaces de mantener nuestros corazones en sintonía con nuestras acciones en función de las tareas que se nos aproximan. No sé lo que se nos viene, sería fácil para mí aludir a las teorizaciones positivistas modernas para tratar de establecer verdades acerca de lo que se nos aproxima, pero no, no lo haré, en lugar de eso espero tener la templanza de abandonar la ilusión de predicción, suspender el juicio y tan solo observar y, con suerte, ver aquellas dinámicas estructurales que sean posible identificar en la fluidez y dinamismo de la contingencia social para saber qué es lo que debemos saber/hacer para contribuir a esta lucha común que es impersonada en y por Boric.
Paola Paredes Suzarte
Educadora Diferencial
Ms. Educational Studies
Dra. Estudios Americanos, especialidad estudios sociales y políticos.
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